La Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos de la UNESCO
Coordinador: Profesor Carlos María Romeo Casabona
Los nuevos y los viejos problemas que plantean la investigación biomédica y la asistencia sanitaria, en suma, la protección de la salud de las personas, reclaman una especial y creciente atención por parte de la comunidad internacional, como vía privilegiada de penetración en los Estados. Es cierto que los derechos fundamentales y las libertades públicas de los que son titulares todos los habitantes del planeta han encontrado acogida, en la calidad previa de derechos humanos, en diversos tratados y declaraciones, como sucede con la Declaración Universal de Derechos Humanos y con el Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos. Por consiguiente, universales han de ser los instrumentos jurídicos que diseñen un marco apropiado para las necesidades actuales de la investigación en las ciencias de la salud, para la protección de la salud individual y colectiva y para el desarrollo de las tecnologías relacionadas, teniendo como eje rector el respeto de la dignidad del ser humano y de los demás derechos que le son inherentes.
En este sentido, el discurso bioético ha venido aportando un entramado axiológico, a lo largo de ya varias décadas de discusión y configuración. Fruto de ello ha sido la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos que ha aprobado la Conferencia General de la UNESCO. La peculiaridad de esta Declaración radica en que, para ser bien acogida y satisfacer sus objetivos, ha tenido que recoger las inquietudes del ser humano que aflora con el milenio, arquetipo del “hombre bioético”, como es la conciencia de su responsabilidad hacia su entorno (el medio ambiente, la biosfera) y hacia los seres humanos que vendrán después de él: las generaciones futuras. Por otro lado, la Declaración ha sido sensible a las diversidades culturales, ideológicas y políticas, y, asimismo, a las desigualdades sociales y económicas extendidas por el planeta.
Por ello, puede afirmarse que se ha logrado universalizar un conjunto mínimo de principios a cuya identificación ha contribuido decisivamente la Bioética, y que encuentran sus raíces en los derechos humanos, algunos de ellos de nueva factura. Por consiguiente, más que de una Bioética global, que podría sugerir la imposición de un único universo valorativo a los diversos pueblos y colectividades, deberíamos hablar, como magma nutriente de la Declaración, de una Bioética Universal, que satisface un conjunto mínimo pero suficiente de valores que comparte hoy en día la humanidad.
La vocación humanista con la que nació el Instituto Roche se ha puesto de nuevo de relieve con esta acertada y oportuna iniciativa, por lo que supone de asunción de la creciente importancia que la Declaración sobre Bioética y Derechos Humanos va a tener en los próximos años. Contribuye así con esta publicación a su difusión en el ámbito hispanoparlante, para lo cual ha contado con autores de excepcional reconocimiento y prestigio internacional.
En este sentido, el discurso bioético ha venido aportando un entramado axiológico, a lo largo de ya varias décadas de discusión y configuración. Fruto de ello ha sido la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos que ha aprobado la Conferencia General de la UNESCO. La peculiaridad de esta Declaración radica en que, para ser bien acogida y satisfacer sus objetivos, ha tenido que recoger las inquietudes del ser humano que aflora con el milenio, arquetipo del “hombre bioético”, como es la conciencia de su responsabilidad hacia su entorno (el medio ambiente, la biosfera) y hacia los seres humanos que vendrán después de él: las generaciones futuras. Por otro lado, la Declaración ha sido sensible a las diversidades culturales, ideológicas y políticas, y, asimismo, a las desigualdades sociales y económicas extendidas por el planeta.
Por ello, puede afirmarse que se ha logrado universalizar un conjunto mínimo de principios a cuya identificación ha contribuido decisivamente la Bioética, y que encuentran sus raíces en los derechos humanos, algunos de ellos de nueva factura. Por consiguiente, más que de una Bioética global, que podría sugerir la imposición de un único universo valorativo a los diversos pueblos y colectividades, deberíamos hablar, como magma nutriente de la Declaración, de una Bioética Universal, que satisface un conjunto mínimo pero suficiente de valores que comparte hoy en día la humanidad.
La vocación humanista con la que nació el Instituto Roche se ha puesto de nuevo de relieve con esta acertada y oportuna iniciativa, por lo que supone de asunción de la creciente importancia que la Declaración sobre Bioética y Derechos Humanos va a tener en los próximos años. Contribuye así con esta publicación a su difusión en el ámbito hispanoparlante, para lo cual ha contado con autores de excepcional reconocimiento y prestigio internacional.